“Y tomó su cayado en su mano, y escogió cinco piedras lisas del arroyo, y las puso en el saco pastoril, en el zurrón que traía, y tomó su honda en su mano, y se fue hacia el filisteo.” 1 Samuel 17

Cuando David, el pastor, se vio movido por el Espíritu Santo a enfrentarse al gigante Goliat, intentaron vestirlo con la armadura de Saúl pero él la rechazó, y tomó 5 piedras lisas de un arroyo. Con esas piedras y el poder del Espíritu Santo respaldándolo enfrento y venció al gigante. De la misma manera los hombres y mujeres que hemos aceptado el llamado de Dios para servirle como pastores debemos enfrentar las batallas de nuestro ministerio revestido con el poder del Espíritu Santo. Y es la intención de estas páginas que los consejos y las experiencias ministeriales de variados siervos de Dios nos sirvan como piedras lisas para ayudarnos en nuestra tarea.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Iglesia virtual… ¿en serio?


“Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, Que habitar en las moradas de maldad.” Salmo 84:10

Quiero reflexionar un poco sobre una práctica que he venido notando últimamente, y es la tendencia de algunos creyentes a sustituir la iglesia real con la llamada “iglesia virtual”.  El término “virtual’ se refiere, en el ámbito de la informática, al sistema tecnológico que permite al usuario tener la sensación de estar inmerso en un mundo diferente al real.

Con los avances tecnológicos y el surgimiento del internet y de redes sociales tales como Facebook, Twitter, MySpace, y muchas otras, los creyentes del siglo 21 tenemos acceso a un universo de información, conocimiento y contactos interpersonales casi infinito. Han sido avances realmente útiles en unas aéreas.

Cuando yo entre a la Universidad en 1977 cualquier asignación, proyecto o trabajo de investigación me obligaba a pasar largas horas en la biblioteca buscando información en libros reales, de los de papel (no en e-books, ni e-readers, ni enciclopedias electrónicas, ni Google ni Wikipedia). Tenía que copiar esa información a mano (nada de fotocopias, ni escáner ni el famoso copy and paste). Para corregir mi gramática y ortografía tenía que recurrir al diccionario (mi viejo y querido Pequeño Larousse Ilustrado). Ah, y para escribir y tomar notas en clase usábamos libretas de papel (ni laptops, ni net-books ni Ipads). ¡Qué tiempos aquellos!

Pero seré honesta con ustedes, estoy escribiendo esto en mi laptop, y tengo cerca de mí a mi inseparable HTC Evo 4G y a mi Kindle 3G, y lo imprimiré en mi flamante printer wireless. Sí, lo confieso, me encanta la tecnología y todo lo que puedo hacer con ella. Me gusta navegar (“browsear” en buen espanglish) buscando información para mis estudios bíblicos y mensajes, tengo una colección de más de 600 e-books cristianos, me encanta leer las noticias de último momento y no tener que esperar a comprar el periódico de mañana. Me encanta poder comunicarme con mis amigos, consiervos y hermanos en Cristo a través de Facebook.  Me he rencontrado con gente que no había visto en 30 años, y seguimos sin vernos físicamente, pero hablamos y compartimos experiencias y testimonios gracias al milagro del internet. También me gusta escuchar, de vez en cuando buena música cristiana y escuchar a verdaderos hombres de Dios predicando la Palabra en YouTube o en las páginas web de sus ministerios. Dirijo un instituto teológico a través del internet y escribo mi propio blog sobre temas pastorales. Todo esto es bueno y es edificante.

Habiendo dejado esto en claro, voy a lo que me preocupa, y es la tendencia de algunos creyentes a sustituir su iglesia real por una iglesia virtual. Se está haciendo popular alimentar la vida cristiana a través del internet. Incluso investigando sobre este asunto me entere que existen ya un número importante de “iglesias virtuales”, me refiero a personas que no se reúnen en un lugar físico ni se conocen entre sí pero aceptan ser miembros de un “pastor cibernético” que les “ministra” a través del internet, incluso les guía en bautismos y Santa Cena que usted toma desde la comodidad de su hogar. Otros no llegan a este extremo pero comienzan a alimentarse cada vez mas de predicadores o evangelistas a través del internet. Esto es preocupante, simple y sencillamente, porque no es el modelo bíblico ni cumple con el objetivo de lo que es la iglesia de Cristo.

Desde la fundación de la iglesia cristiana, el día de Pentecostés, el modelo de iglesia ha sido el de una comunidad de creyentes que se reunían “físicamente”, primero en las casas y más tarde en templos reales. Estos grupos de creyentes se amaban y cuidaban entre sí, se apoyaban mutuamente y eran dirigidos por pastores y diáconos que velaban por las almas que Dios había puesto bajo su cuidado pastoral.

Ciertamente, la iglesia es mucho más que un edificio, bancas, pulpitos e instrumentos de música. La iglesia es el cuerpo de Cristo: “de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.” Efesios 4:16. Estos miembros deben adorar unidos, crecer unidos e interesarse los unos por los otros. Debe haber un pastor llamado por Dios que apaciente ese rebaño con amor, voluntariamente, con ánimo pronto y siendo ejemplo de la grey (1 Pedro 5:2-3). Un pastor que esté dispuesto a velar por sus ovejas, sabiendo que tendrán que dar cuenta por sus almas. Y los miembros deben estar sujetos primeramente a Dios y a su Palabra pero también a su pastor.

Pero hoy veo creyentes que se alimentan más de mensajes que oyen en internet que del mensaje, que con oración y cuidado de su alma, les ofrece su pastor en el templo. Faltan al culto y luego se excusan diciendo que escucharon el mensaje del pastor Fulano, el evangelista Zutano o el “siervo de Dios” Mengano. Son cristianos que si tienen alguna duda de la Palabra de Dios no recurren a su pastor ni a su maestro de escuela dominical sino a Google o a Wikipedia. Ya he conocido de varios casos de personas y aun ministros que “alimentándose” del internet se desviaron hacia doctrinas de error. Una pastora en un país sudamericano les dijo a sus superiores que a ella la pastoreaba Joyce Meyer por internet. Y otro pastor me comentó que varios miembros de su congregación que siempre habían sido fieles con sus diezmos de momento dejaron de hacerlo y el pastor supo el porqué cuando uno de ellos comentó de un estudio bíblico que leyó en internet en contra del diezmo que le “abrió la mente”, y le cerró el corazón.

Y es que en ese universo de información que es el internet, hay muchas cosas buenas y útiles pero, lamentablemente también hay mucho error, mucha perversidad, maldad y desvarío. Por eso, se aplica bien la enseñanza del apóstol Pablo en 1 Tesalonicenses 5:21, “Examinadlo todo; retened lo bueno.”

Hay muchos y muy buenos predicadores posteando sus mensajes y enseñanzas en internet, y muchos transmiten el culto de su iglesia en la web. Esto es bueno y edificante como una forma de alcanzar a los perdidos, de ayudar a aquel hermano enfermo o aquel anciano ya impedido que no puede congregarse. Pero te diré algo: nada ni nadie te alimentará, te edificará ni te bendecirá tanto como el mensaje y la ministración de tu pastor. Quizás no sea el más elocuente ni el más profundo pero es el que te conoce, el que ora e intercede y vela por tu alma. Es tu pastor quien busca con intensidad el rostro de Dios para recibir el mensaje que tu alma necesita. Quizás su mensaje te resulte fuerte de vez en cuando (y para muchos esa es la ventaja de oírlo por internet, si no me gusta, clic y listo), quizás no te guste pero es el mensaje que necesitas y tu pastor lo sabe. Es él quien, desde el altar, ve tu rostro y sabe discernir por el Espíritu si estas triste, desalentado o cargado. Es también quien como buen pastor te corregirá y disciplinará, si es necesario, para ayudarte si te estas desviando de la senda estrecha. Nadie podrá amarte ni interesarse por ti como tu pastor, y nadie podrá enseñarte la Palabra de Dios y encaminarte en la visión y la doctrina como tu pastor. Dice la Palabra: “Y habrá un rebaño y un pastor.”

Así que, una iglesia es un lugar físico, real, donde puedes y debes reunirte con regularidad (Hebreos 10:38) con tus hermanos que te aman y te conocen por tu nombre. No hay nada comparable a estar en la casa de Dios, a adorarle en la comunión de los santos. El salmista David anhelaba y deseaba ardientemente estar en la casa de Dios. Prefería estar un día en sus atrios que mil afuera de ellos. Y le demando a Dios y eso buscaba: el estar en la casa de Jehová todos los días de su vida. Hazlo tú también.

Finalizando esto, encontré en internet esta definición de “virtual”: que existe solo aparentemente y no es real.