“Y tomó su cayado en su mano, y escogió cinco piedras lisas del arroyo, y las puso en el saco pastoril, en el zurrón que traía, y tomó su honda en su mano, y se fue hacia el filisteo.” 1 Samuel 17

Cuando David, el pastor, se vio movido por el Espíritu Santo a enfrentarse al gigante Goliat, intentaron vestirlo con la armadura de Saúl pero él la rechazó, y tomó 5 piedras lisas de un arroyo. Con esas piedras y el poder del Espíritu Santo respaldándolo enfrento y venció al gigante. De la misma manera los hombres y mujeres que hemos aceptado el llamado de Dios para servirle como pastores debemos enfrentar las batallas de nuestro ministerio revestido con el poder del Espíritu Santo. Y es la intención de estas páginas que los consejos y las experiencias ministeriales de variados siervos de Dios nos sirvan como piedras lisas para ayudarnos en nuestra tarea.

viernes, 5 de agosto de 2011

LOS DIEZ MANDAMIENTOS DEL PASTOR


1 Timoteo 4:12-16


1.       Admita, sin resistencias ni excusas, que cada día debe cambiar para superarse – Fil. 3:13-14

No hay nada mas peligroso en la vida de un obrero que creerse “omnipotente” o infalible ministerialmente. Creernos que nuestros muchos años de conocer a Cristo, o nuestros muchos años de experiencia ministerial, o nuestro profundo conocimiento de la Palabra nos hacen ya el obrero perfecto o aprobado es un gran error. El obrero que piensa que ya no necesita aprender nada más o peor aun creer que ya no necesitamos ser enseñados es el principio del fin. “Antes de la caída es la altivez de espíritu”. La meta de cada siervo de Dios debe ser la continua superación personal y ministerial. El siervo de Dios no debe dejarse cautivar por los “amén” ni los “aleluya” que nos hacen creer que somos “Superman” y nos dan la falsa sensación de que todo está bien y que no hay nada que corregir. Debemos dejar las excusas, como cuando decimos: “Yo soy así, esta es mi personalidad”. Estas expresiones revelan que en realidad no queremos cambiar, ni queremos recibir consejo ni orientación. En ocasiones, nuestro carácter es la razón por la cual algunos de nuestros miembros se retiran de nuestras congregaciones y no podemos buscar la salida fácil, ni atribuir la causa a que “se fueron porque Dios está limpiando la iglesia”. Es fácil verlo así, eso nos libera de muchas responsabilidades pero, en realidad debiéramos preguntarnos: ¿falló el hermano o fue mi propio error? Recordemos lo que dice la Palabra: “¡Ay de los pastores de Israel,  que se apacientan a sí mismos! ¿No apacientan los pastores a los rebaños? Coméis la grosura, y os vestís de la lana; la engordada degolláis, mas no apacentáis a las ovejas. No fortalecisteis las débiles,  ni curasteis la enferma;  no vendasteis la perniquebrada,  no volvisteis al redil la descarriada,  ni buscasteis la perdida,  sino que os habéis enseñoreado de ellas con dureza y con violencia.” Tenemos que tener sumo cuidado en cómo tratamos a nuestras ovejas porque algún día tendremos que darle cuentas a Dios por ello.

Por lo general, los fracasos en la obra no se deben a grandes pecados sino más bien a pequeños errores, actitudes fuera de lugar, y a reiteradas desubicaciones.  ¿Acaso no dice la Palabra en el libro de Cantares: “Cazadnos la zorras pequeñas que echan a perder las viñas”? No podemos seguir arrastrando a lo largo de toda la vida defectos de carácter o personalidad que nos perjudican y alejan a muchos de nuestro lado. El pastor debe reconocerse a sí mismo como un vaso de barro que todavía esta en las manos del Alfarero Divino. Y que si es usado en alguna manera para predicar un poderoso mensaje o al poner sus manos sobre los enfermos estos son sanados, es tan solo porque a Dios le ha placido depositar en su vaso de barro la excelencia de Su poder.

2.       Destine tiempo para cultivar una vida de orden y disciplina personal – 2 Tim. 2:1-6

Un músico famoso dijo una vez: “cuando no practico un día, yo lo noto, cuando no lo hago por dos o tres días, mis amigos lo notan, cuando no lo hago por una semana, todo el mundo lo nota”. El obrero del Señor debe ser disciplinado en la oración y en el estudio de la Palabra de Dios. Se nota cuando no estamos en la presencia del Señor. Una vida pobre espiritualmente nos conducirá a llevar la obra con fuerzas e intelecto humano y esto concluye, inevitablemente, en un fracaso ministerial. No se puede pelear la buena batalla sin el poder de lo Alto. También es muy recomendable que se discipline el obrero en su asistencia y puntualidad a cultos, confraternidades y demás actividades de la obra, así como en mantener la documentación de la obra en regla, las cuentas al día, etc. La palabra nos enseña a hacerlo todo “decentemente y con orden”.


3.       Tenga presente que el “pulpito”no lo es todo, es solo parte del ministerio – Hch. 20:17-20

Debemos tener en claro que hay una gran diferencia entre atender cultos y pastorear la grey. Hay quienes son muy buenos predicadores pero no son buenos pastores del rebaño. Luego se molestan si otros les pastorean sus ovejas. En cambio, hay obreros que no son grandes predicadores pero son excelentes pastores, llenos de amor y cuidadosos de sus ovejas.  En ocasiones encontramos ministros que están totalmente desconectados, ajenos y hasta indiferentes a lo que sucede en su congregación. El pastorado es mucho más que predicar un buen sermón o dar un excelente estudio bíblico. El consejo a tiempo, la visitación y el estar pendiente a muchos detalles y tareas extra-púlpito, son muy importantes y efectivos. ¿Sabia usted que inmediatamente terminado el culto comienza otro culto? Un buen pastor observa sus ovejas y debe percibir muchas cosas durante el culto que hay que abordarlas inmediatamente de concluido el mismo. Aquellos hermanos que notamos distraídos en el culto, con un rostro preocupado, con serias dificultades para alabar. Seguramente algo les está sucediendo, tenemos que atenderlos, no esperar que griten: “¡Auxilio me estoy hundiendo!”, tenemos que ver las cosas antes que sea demasiado tarde. Que no regresen a sus hogares con esa terrible carga. Asístelos, consuélalos, dales ánimo. Hay que curar la perniquebrada, salir a buscar la descarriada, vendar a la herida etc.
                    
4.       Trabaje para lograr un ajuste y un equilibrio emocional – Prov. 16:32

El pastor deberá prepararse para soportar presiones y no quebrarse ante ellas, seguramente esto pasa por el tema del dominio propio. El apóstol Santiago dijo: “El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos”. Pablo exhorta al joven pastor Tito a ser “dueño de sí mismo”, o sea, a ser disciplinado. (Tito 1:8) Las presiones que deberá soportar podrán llegar a desestabilizarlo, a llevarlo a un descontrol, Debe cuidar mucho, mucho, mucho su mente, allí tiene Satanás su taller preferido. Un obrero inestable emocionalmente que hoy dice una cosa y mañana siente otra, no inspira confianza. No debe tomar cada visión, cada sueño, cada profecía y dejarse arrastrar por ellas sin antes haber examinado y verificado cuidadosamente la autenticidad de las mismas. Tiene que saber discernir y probar los espíritus. Un obrero conflictuado es peligroso dentro de la obra, es algo contagioso que puede llegar a generar muchos problemas. Por lo tanto, la salud emocional siempre será primordial. Debe superar complejos de inferioridad, erradicar interrogantes, traumas, resentimientos. Es fundamental que todo obrero este bien seguro de su llamado y convicciones. Para ayudarse en esta área no tan solo debe tener una vida intensa de comunión con Dios sino también saber buscar el consejo y la orientación de líderes espirituales de mayor experiencia.

5.       Cuide y proteja su vida familiar y lo que habla delante de sus hijos- 1 Cor. 15:33

Muchos pastores se manejan con mucha habilidad para predicar pero no han destinado tiempo para poner en orden su propia familia, dejando a la intemperie deficiencias graves en esta delicada área, han descuidado su núcleo familiar. El pastor debe ser un ejemplo para la grey, por lo tanto, debe cuidar su relación matrimonial, mostrar el debido amor, respeto y cuidado por su esposa. Separar tiempo para su familia, para fortalecer la comunicación y el amor entre los miembros de la familia.

Los hijos de los pastores, en especial, muchas veces son sometidos a grandes presiones y exigencias de parte de aquellos que los ven como “pastorcitos en miniatura”. Los hermanos tienden a olvidar que los que tiene el llamado no son ellos sino sus padres. Pero, los pastores también cometemos un error al trasmitirles a nuestros hijos las situaciones de la iglesia, intimidades de los hermanos, o problemas de relación con nuestras autoridades. No les trasmitas tus prejuicios, tus conflictos, tus resentimientos. Lleva ésta carga al único que la puede llevar, Cristo. Nuestros hijos no están en condiciones (ya que no tienen la suficiente madurez) de procesar ni de juzgar determinadas cosas. Evitemos críticas despiadadas a la hora del almuerzo, cena o desayuno que con el paso del tiempo lleguen a destruir el buen concepto que ellos deben tener de la iglesia y quienes la componen. No olvidemos que hay un riesgo potencial de que nuestros hijos se alejen del Señor si generamos en ellos una imagen negativa.

6.       Sea transparente en el manejo del dinero – 1 Tim. 6:10

       Si los fieles ofrendaron con un fin determinado utiliza ese dinero con ese mismo fin y sin dilaciones para no dar lugar a intrigas y sospechas. Mantenga un sistema claro y trasparente para el manejo de los fondos de la iglesia. No adquiera deudas “en fe” que luego serán imposibles de pagar. Debes aprender a distinguir entre lo que significa moverse en fe, y actuar empujado por emociones, o por competencia, o imitando a algún ministerio etc. La obra de Dios ha sufrido mucho a causa del desorden financiero de muchos obreros que tienen el hábito de no pagar. Una misteriosa “amnesia” se apodera de ellos a la hora de hacer frente a sus compromisos económicos.

7.       No emita juicios, sin destinar tiempo a escuchar con atención – Prov. 18:13, 17

       Un obrero tiene que tener una “oreja” bien grande, y aprender a escuchar. No se guíe solamente por lo que le dice una persona, por más bien intencionada que sea. Toda moneda tienes dos caras, y así muchas veces las historias tienen más de un punto de vista. Es muy saludable tener un cuadro bien completo de las cosas. No olvide que las cosas no siempre son lo que parecen, ni tampoco suelen ser como nos dicen que son. Todo lo que llega a nuestros oídos hay que analizarlo, procesarlo, masticarlo. Tengamos en cuenta que: 1) hay personas sueltas de lengua, 2) las hay que lo exageran todo, 3) otras dramatizan y le ponen colores a sus elucubraciones, 4) otras que dicen algo y luego lo niegan tajantemente, y 5) las hay que hablan sin el debido conocimiento de las cosas. De ahí, el consejo bíblico: “Todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar.” Para ser buenos consejeros debemos primero ser buenos oidores.

8.       Sea prudente, mida sus palabras y expresiones, en publico y privado – Prov. 13:3 – 21:23

       Dice Santiago 1:19 “Todo hombre debe estar listo para escuchar, sea lento para hablar y lento para enojarse”. Tenga algo siempre presente: “La mejor palabra es la que no se dice”. No olvide que: “Todo lo que usted diga podrá ser usado en su contra”. Una sola palabra, puede ser como una chispa y puede encender un gran problema. Un obrero suelto de lengua puede llegar a tener muchos y graves problemas. No hay nada más peligroso que hablar cuando uno está enojado o molesto. Por lo general, no tenemos en cuenta el gran impacto que producen las palabras del pastor en la vida de una persona. Como el salmista David debe pedir que “Dios guarde la puerta de nuestra boca” Salmo 141:3. Y no solo debemos cuidarnos de palabras que decimos en estado de enojo, sino también de las que decimos bromeando que pueden llegar a ofender a un hermano.

9.       El púlpito es una herramienta eficaz, úsalo con prudencia y precaución – Col. 4:6

       Cuidado, lo que se vierte en el púlpito tiene connotaciones públicas. Tu responsabilidad será determinar que cosas se pueden y deben decir y, qué cosas (por el bien de todos) no serán convenientes ni edificantes lanzarlas desde el púlpito. No castiguemos a toda la congregación desde el púlpito por el error de una persona. El púlpito tampoco es el sitio más apropiado para arreglar problemas de índole personal. Nunca lo utilicemos si estamos muy enojados, a veces hay expresiones que caen como una “bomba” y su onda expansiva destruye toda cuanto se encuentra a la redonda. En otras palabras, no lleves tus conflictos al púlpito. Hay que estar muy seguro de lo que se dice y hace para exponer a alguien a la humillación y vergüenza pública. A ningún ministro le asiste el derecho (a menos que la gravedad del hecho lo amerite) de destruir la reputación y/o el testimonio de un buen hermano (motivados por un comentario poco fiable) proclamando a los cuatro vientos la falla u error en la que haya incurrido. Debemos recordar que el objetivo de la predicación es la exhortación, la edificación y el consuelo. 1 Co. 14:3

10.    Reconozca los límites entre pastorear y “manipular”a las personas – 1 Ped. 5:2-3

       Una cosa es aconsejar a un miembro para ayudarlo a tomar una decisión, y otra muy distinta es pretender decidir por él. Los pastores estamos llamados para guiar a la grey no para enseñorearnos ni legislar en las vidas de ellos. Por ejemplo: Podemos orientar a nuestros jóvenes sobre la elección de una compañera pero no puedo ni imponer ni escoger la persona con quién se va a casar, es una decisión personal. No podemos elegirle ni trazarles el destino a las personas. Esto no excluye que debemos advertir y amonestar con autoridad cuando vemos que las cosas están mal encaradas. Estamos para mostrar el camino, para señalar la senda recta, para ser luz e iluminarles el sendero, pero las decisiones que conllevan grandes responsabilidades, las debe asumir cada persona. No es bueno que un obrero eche sobre sí la carga y la responsabilidad de decidir frecuentemente sobre sentimientos, sobre negocios, la compra de tal o cual casa, etc. Prediquemos el evangelio, enseñemos la palabra, orientemos y amonestemos pero dejemos que las personas tomen sus propias decisiones, que no sean tan dependientes, que aprendan a caminar por si mismos aunque esto signifique que algunas veces se van a equivocar.

Autor: Rev. Ernesto Genta – oficial Internacional de AMIP – pastorea y reside en Uruguay

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